Culpable, hasta demostrar lo contrario

El caso de Yakiri Rubí Rubio puso en primera plana los vericuetos de la justicia mexicana ante las agresiones contra mujeres. En un país donde cada 35 minutos violan a una mujer y cada cuatro horas asesinan a otra, la joven que mató a su violador se convirtió en un icono de aquellas que resisten y se defienden

Los periódicos de la mañana llegaron cargados de sangre. «¡Mentirosa!» era la cabeza de la sección policial de un diario popular de la capital mexicana que en el antetítulo rezaba «Yakiri no asesinó en defensa propia: PGJDF». El sumario continuaba: «Tuvieron relaciones sexuales, pero no fue contra su voluntad. No sólo degolló a Miguel, le dio 14 puñaladas según la autopsia». «Acusa ataque, está por crimen», titulaba otro. Los asesinatos venden, pero si además son cometidos por «mujeres malas», aumentan el interés.

Yakiri se ha convertido en un icono de las mujeres que resisten y se defienden. Foto: Rotmi Enciso
Yakiri se ha convertido en un icono de las mujeres que resisten y se defienden. Foto: Rotmi Enciso

La nota abundaba en detalles puestos en boca del Subprocurador de Averiguaciones Previas del Distrito Federal, Edmundo Garrido. El funcionario aseguraba que una joven de 20 años, Yakiri Rubí Rubio, había asesinado con catorce puñaladas a Miguel Ángel Ramírez Anaya, de 37 años y casi el doble de su peso, después de tener relaciones sexuales con él en un hotel. Descartó que se tratase de una violación porque «de los exámenes correspondientes hasta el momento no se desprende un esquema de violencia«.

Señalada por la Procuraduría capitalina y popularizada por los medios de comunicación, Yakiri Rubí Rubio ya estaba en el penal de Santa Marta Acatitla. El 17 de diciembre, el secretario de la Sala 68 penal del Tribunal Superior de Justicia del DF —el juez estaba de vacaciones— redactó su auto de formal prisión, acusada de homicidio con alevosía y traición, un delito penado hasta con 60 años de cárcel.

A pocos parecía importarles que ella hubiera llegado primero, semidesnuda y sangrando, a denunciar una violación a la Agencia 50 del Ministerio Público. Era como si no registraran que llegó golpeada, con cortes en ambas manos, en el brazo izquierdo y en el oído. O que ella negase conocer a aquel hombre hasta una hora antes de llegar a denunciarlo. Tampoco que asegurara que el occiso y su hermano la habían retenido en plena calle, subiéndola a fuerza a una motoneta, y que, con navaja sobre la costilla, la obligaron a entrar en la habitación 27 del Hotel Alcázar.

Un reportaje de @majosiscar, lo puedes seguir leyendo en su publicación original en Domingo, El Universal